El valor de hacer las cosas por última vez...
Jan Frodeno, el tres veces Campeón Mundial IRONMAN en Hawái, Oro Olímpico y una lista interminable de proezas a todos lo niveles inimaginables del triatlón, que lo convirtieron en uno de los mejores triatletas de la historia y más carismáticos antes de su retirada de la competición profesional, dejaba esta reflexión al poco tiempo de dar comienzo su nueva vida fuera del panorama deportivo profesional:
"Mi mejor momento fue en el Ironman de Hawái de 2019. Llegó en la maratón en el kilómetro 28. Me di cuenta, con el debido respeto y precaución, de que era el día que había soñado durante tanto tiempo. Era una carrera perfecta. Al mismo tiempo, era el comienzo de la fase dura de la prueba, la que se estaba volviendo difícil. Por un lado, ansiaba el final, pero en ese momento también sabía que quería y debía disfrutar ese momento. Quedaban 14 kilómetros para el final pero sentía que algo como esto podría no volver a pasar nunca mas. Sufría, ansiaba terminar pero no podía parar de disfrutar. Corría hacia Kona para mi tercera victoria y sentía que era el gran momento de mi carrera, por encima de la victoria olímpica en 2008 o las dos primeras victorias en Hawái anteriores"Y es que muchas veces no aprendemos a valorar las cosas hasta que no las hemos hecho mas de una vez.
En cambio, al repetir esos retos ya tachados de nuestra lista de objetivos por conseguir obtenemos una nueva perspectiva mucho más realista. A menudo empezamos a ser conscientes de la dureza y dificultad de lo conseguido, descubriendo que factores que han salido bien en ocasiones anteriores se pueden escapar de nuestro control y salir mal en cualquiera de las repeticiones futuras. En definitiva, sabemos valorar todo el trabajo y dedicación que hay detrás de una línea de salida como la que acabamos de dejar atrás.Todo esto, junto con el deseo de volver a superar nuestros miedos, y quien sabe si incluso superarnos a nosotros mismos, nos lleva a ser más conscientes de la necesidad de estar presente y disfrutar del momento, exprimiendo cada segundo en el que todo sale como estaba planeado y estamos disfrutando de un camino que, muy probablemente, nos lleve de nuevo a la tan ansiada medalla al cuello.
Hacer las cosas por primera vez es maravilloso, pero el sentimiento de presencia y valor, de la que quizá, después de la primera, puede ser la última vez que haces algo, esa sensación es indescriptible.
Y es que, el vivir las cosas desde dentro e ir poniendo cara al esfuerzo solo nos puede llevar a valorar que quizá sea la última vez en la que vayamos tan enteros en ese kilómetro crucial para el resultado final, que sea la última vez en la que esa lista de innumerables cosas que podían salir mal han salido como deseábamos o incluso que esa sea la última vez que podamos afrontar un reto de tal envergadura.
Por todas estas razones, desde mi punto de vista y mi modesta experiencia en esto de la larga distancia, hacer las cosas por primera vez es maravilloso, pero el sentimiento de presencia y valor de la que, quizá después de la primera, puede ser la última vez que haces algo, esa sensación es indescriptible.
Quizá, y solamente quizás, eso sea lo que muchas muchas muchas veces hemos escuchado de boca ajena definido como: FLOW.
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